
Aurora Silva nació, creció y ha vivido siempre en la aldea de Covelinhas, situada entre las sierras de São Macário y Montemuro, en la región de Lafões. Covelinhas forma parte de la parroquia de São Martinho das Moitas, en el municipio de São Pedro do Sul, en el distrito de Viseu.
En agosto de 2017, Aurora, junto con otras personas del pueblo, fundó la Asociación Arcas de Covelinhas. Ella es miembro y, con la colaboración de otras mujeres, organiza actividades educativas relacionadas con el «ciclo de la lana», destinadas no solo a vender productos, sino sobre todo a preservar esta tradición ancestral.
Aurora también participa en proyectos de la Asociación Fragas Aveloso, una organización de desarrollo local de la región que hace hincapié en cuestiones medioambientales y feministas, y de UMAR Viseu, una asociación feminista de ámbito nacional con presencia en la ciudad de Viseu. Estas iniciativas, dirigidas a las mujeres rurales de la comarca, utilizan metodologías participativas para promover actividades de acción comunitaria y dar visibilidad al trabajo y los conocimientos de las mujeres rurales.
Como resultado de estas acciones, las mujeres de las zonas rurales de los distritos de Viseu y Guarda aprobaron un Manifiesto para la defensa de los derechos de las mujeres rurales el 15 de octubre de 2023, Día Internacional de la Mujer Rural, que se presentó al público un año después.
Aurora siempre ha estado vinculada a la tierra: “Siempre he trabajado en la agricultura”. Incluso cuando tuvo otros trabajos, nunca dejó de cultivar para mantener a su numerosa familia. Para su familia, “el mercado es mi monte, es mi casa”. Lo que excede el consumo familiar lo comparte con los vecinos, y son raras las ocasiones en que vende productos. Cultiva un huerto y cría algunos animales, aunque ahora a menor escala por problemas de salud. “Mi vida siempre ha consistido en trabajar la tierra”.
Sigue los métodos tradicionales heredados de su madre: utiliza sus propias semillas, recurriendo a comprarlas sólo cuando es necesario, y utiliza estiércol animal como abono. El principal cambio a lo largo de los años ha sido el uso de un tractor, que ha facilitado la agricultura. Aurora evita el uso de productos químicos, utilizándolos sólo para controlar plagas específicas, como el escarabajo de la patata.
Ella hace el trabajo agrícola y las tareas domésticas, “que no tengo a nadie que haga”. El trabajo en la granja lo comparte con su marido: ambos cuidan de los animales, pero las tareas se dividen según sus capacidades. “Yo me dedico más al huerto. Si tengo que cavar tierra más dura, va él. Si hay que aporcar, regar o cosechar, voy yo”. Ahora, jubilados, la pareja trabaja menos la tierra porque “no se puede ser esclavo del trabajo”.
Aurora recuerda lo sobrecargadas que estaban las mujeres de antaño: “Eran muy esclavas”. Trabajando en la tierra y en la casa, cargaban fardos de heno o maíz sobre sus cabezas, viajaban a granjas lejanas para azadonear, regar o cosechar patatas y maíz, y también se ocupaban de sus propios animales y de las tareas domésticas. Aurora acompañaba a su madre desde muy pequeña: “Hacía la comida y la llevaba al campo a pie, a una hora de camino”. Las mujeres trabajaban “de la mañana a la noche” y también se encargaban de las tareas que se les asignaban, como la azada o el abono. Este trabajo se realizaba a menudo como ayuda entre vecinos, sin remuneración.
Aurora sólo trabajó de «jorna» a finales de los años 70, en la resina, un trabajo que le gustaba mucho hacer. Pero recuerda que “los hombres ganaban más que las mujeres”, “pero su trabajo era más ligero”.
Aurora aprecia mucho las actividades organizadas por la UMAR Viseu: “Me gusta porque es una oportunidad para aprender, para entender algunas cosas”. Reconoce que siempre ha vivido en el pueblo y ha visto poco mundo, por lo que estas iniciativas le permiten abrir sus horizontes y relacionarse con otras personas.
En cuanto a las políticas públicas, Aurora cree que hay poco transporte en el pueblo. Como no conduce, depende de su marido para desplazarse, lo que reduce su autonomía. También critica la falta de acceso al centro de salud, que considera lejano e ineficaz: “Llegamos y no hay cita, tenemos que volver por el mismo camino”. Otro problema es la falta de políticas para mantener a los jóvenes en el pueblo, cuya población es cada vez más envejecida y pequeña.