Eunice Tavares, ganadera ecológica, criadora de burros de raza Miranda y dirigente de AGRITAD – Vila Real

Eunice, de 32 años, nació en la ciudad de Lamego y ahora vive en Vila Real. Empezó a dedicarse a la agricultura durante sus estudios universitarios en Vila Real. Sin experiencia previa, empezó en 2011, alquilando tierras y adquiriendo burros de la raza Miranda, que fueron esenciales para su aprendizaje: “nos enseñaron todo lo que sabemos hoy.”

Su apego a los burros es emocional, lo que ha dificultado la venta de crías: “Incluso se me pone la piel de gallina cuando hablo de los burros, son como de la familia.” Hoy organizan visitas gratuitas a la granja para sensibilizar a niños y adultos sobre el valor de estos animales. Con el tiempo, ampliaron su actividad y se convirtieron en productores de ternera Maronesa, raza autóctona, en producción ecológica certificada. Actualmente, la granja cuenta con unas 50 cabezas de ganado que venden a la cooperativa agrícola local especializada en este ganado.

En 2016 cofundó AGRITAD – Asociación de Apoyo al Desarrollo y Gestión Agrícola de Trás-os-Montes y Alto Douro, afiliada a la CNA, lo que le ha permitido compaginar la actividad agraria con el trabajo asociativo, promoviendo y defendiendo los intereses de los agricultores. Destaca la importancia de luchar por los derechos de los pequeños agricultores, subrayando que “cuando eres agricultor, es más fácil luchar por las cosas, porque lo sientes.”

Como mujer en la agricultura, Eunice se enfrenta a desafíos, desde la devaluación de su capacidad física – “¿cómo puedes trabajar en la agricultura?” – hasta la constante necesidad de hacerse valer en un sector dominado por los hombres. “No se nos valora en absoluto y lo que siento es que siempre vamos por detrás de la figura masculina”, afirma.

También critica el estigma social asociado a la imagen de agricultor. A menudo se le cuestiona su aspecto cuidado y sus uñas cuidadas, como si fueran incompatibles con el trabajo en el campo. Para Eunice, esta visión es errónea: “no por ser agricultoras no nos lo merecemos”. Subraya que un agricultor tiene derecho a cuidar de sí mismo y a llevar una vida digna, sin que se le juzgue por su aspecto o sus posesiones: “un agricultor es una persona como cualquier otra, que merece ser cuidada”.

Eunice subraya el papel fundamental de las mujeres en la agricultura del norte de Portugal, afirmando que siempre han desempeñado un papel destacado, a menudo al frente de grandes explotaciones. “Tal vez el 90% o más de las explotaciones estaban y probablemente siguen estando dirigidas por mujeres”, afirma. A pesar de ser las principales gestoras de las explotaciones, la mayoría de las solicitudes y ayudas recaen en los hombres. Muchas agricultoras no tienen seguridad social ni seguro laboral, lo que las deja desprotegidas. Gracias al apoyo que reciben de la asociación, “ya hemos conseguido cambiar algunas cosas, pero es difícil, no es un trabajo fácil”, reconoce.

Eunice defiende la autoestima y la visibilidad de las mujeres. “Si no nos defendemos, acabamos en la sombra y eso es lo que no debemos hacer en absoluto. A veces tenemos que perder un poco la humildad”, afirma, y pide a las agricultoras que se muestren y reclamen su espacio, que se unan, se expresen y ganen voz.

Aunque reconoce que el movimiento asociativo ha incluido a más mujeres en los últimos años, cree que la presencia femenina sigue siendo inferior a la necesaria. “A veces nos invitan sólo por estar o porque es obligatorio, pero somos mujeres y cuando estamos, estamos, así que tenemos que ser escuchadas y tenemos que dar nuestra opinión”, afirma.

En cuanto a los métodos de producción, siguen prácticas sostenibles, sin utilizar herbicidas ni insecticidas, y emplean variedades portuguesas y tradicionales. “Si tenemos una forma de poder producir utilizando productos más naturales, no tiene sentido que utilicemos otras cosas”. A pesar de estar certificados en ecológico, Eunice señala que esto no les diferencia en el mercado. Sin embargo, mantienen prácticas sostenibles por una cuestión de principios, aunque ello suponga una menor rentabilidad. “En el fondo, creo que también es una cuestión de conciencia y de lo que estamos dando también a los demás”, reflexiona.

Eunice critica la relación entre los agricultores y el Ministerio de Agricultura, afirmando que las políticas están completamente alejadas de la realidad de la agricultura en Portugal, especialmente en el interior y en el norte: “Los señores que están ahí arriba en los Ministerios […] son completamente ajenos a la agricultura que se practica”. Subraya que, a pesar de la existencia de ayudas financieras, las normas asociadas hacen imposible que la mayoría de los agricultores puedan acceder a ellas: “Los millones de los que tanto se habla […] sólo van a los grandes”.

Expresa su frustración por la excesiva burocracia y afirma que las medidas impuestas fomentan el abandono de las zonas rurales y la emigración. Eunice menciona el impacto devastador de los incendios y cómo la actividad agrícola podría ayudar a prevenirlos, ejemplificando con los incendios de 2024 en Castro Daire, que sólo se contuvieron donde había agricultura y pastoreo.

En cuanto a la Política Agrícola Común (PAC), Eunice cree que la nueva versión ha perjudicado a los pequeños agricultores, especialmente a los jóvenes. Dice que, a pesar de las promesas de más ayudas, la realidad es que las exigencias hacen imposible acceder a los fondos disponibles. Denuncia que muchos jóvenes abandonan la agricultura debido a la falta de incentivos y de apoyo adecuado: “Teníamos muchos jóvenes agricultores que querían seguir el camino de la agricultura […]; ahora dicen ‘no’”.

También critica la digitalización impuesta por el Gobierno, por considerarla poco realista debido a la falta de acceso a Internet en muchas zonas rurales y a la dificultad que tienen los agricultores de más edad con estas tecnologías.

Otro gran problema mencionado por Eunice es el impacto de los animales salvajes, como lobos y jabalíes, que destruyen las cosechas y diezman los rebaños. Denuncia casos de ataques diurnos de lobos y considera inaceptable la falta de actuación de las autoridades responsables, acusando al ICNF, la autoridad de conservación de la naturaleza, de transferir la responsabilidad a las asociaciones de agricultores sin aportar soluciones reales.

Por último, Eunice hizo un llamamiento al Gobierno para que escuche a las asociaciones y a los pequeños agricultores y cambie las políticas para permitir la supervivencia de la agricultura del interior y del norte, que es también “tradiciones, costumbres, un patrimonio que se está perdiendo”. Según ella, “sería bueno que 2025 nos trajera este cambio y nos dejara ver un poco de luz al final del túnel”, ya que los últimos años han estado marcados por la incertidumbre y la falta de esperanza para los agricultores.

Eunice también señala diferencias en la valoración de los agricultores en Portugal respecto a otros países como Suiza y Francia, donde se apoya más la estabilidad de las familias rurales. Critica el hecho de que se anime a los profesionales de otras zonas a trasladarse al campo, mientras se olvida a los que ya viven allí, y afirma que el verdadero apoyo no consiste sólo en dinero, sino en proporcionar servicios esenciales como educación, transporte y sanidad.

En su opinión, ser agricultor es una lucha constante contra diversos obstáculos, desde la legislación, los impuestos y el mal tiempo hasta los prejuicios sociales que menosprecian la profesión y, más recientemente, la criminalizan culpando a los agricultores de los incendios o del cambio climático. Para ella, los agricultores deben exigir que se reconozca su profesión, que se sientan orgullosos de serlo y luchar contra la idea de que “dependen de las subvenciones”, porque desempeñan un papel esencial en la sociedad y lo que reciben son ayudas, no subvenciones. “La agricultura es una actividad que todo el mundo sabe que no es muy rentable o que es bastante penosa” y “también somos los que ponemos la comida en la mesa de la gente, sin nosotros no hay nada”, concluye.