
Amets Ladislao, socia de la cooperativa de productos ecológicos y locales Bizkaigane, miembro de la ejecutiva del sindicato agrario EHNE-Bizkaia y miembro de las Etxaldeko Emakumeak / Mujeres de Etxalde – Errigoiti, Bizkaia
Amets, nacida en Algorta, se alejó del camino universitario tradicional tras una experiencia frustrante en la carrera de Historia, y decidió dedicarse al trabajo agrario, a pesar del rechazo inicial de su familia. “Quiero ser granjera”, dijo, y comenzó su formación en la escuela agrícola de Derio. Aunque no proviene directamente de un caserío, ha trabajado más de 20 años en múltiples instalaciones en Bizkaia, lo que le ha dado un amplio conocimiento del sector. Actualmente trabaja en Bizkaigane y, desde allí, colabora activamente con el sindicato EHNE-Bizkaia, donde ha ido asumiendo responsabilidades de forma natural. “Meterme en el sindicalismo ha sido una parte más de mi trabajo, como la producción. No puedo entender lo uno sin lo otro”, afirma.
Como parte de EHNE-Bizkaia, Amets defiende un sindicalismo feminista y agroecológico, comprometido con la soberanía alimentaria y la transformación del modelo productivo. Reconoce que el feminismo dentro del sindicato ha sido impulsado por las mujeres desde abajo, reivindicando modelos agrícolas más diversos y sostenibles: “Las mujeres nos quedamos en los modelos pequeños, y luego entendimos que eso era también una apuesta política”. Aunque hay retos en cuanto a participación en espacios más amplios, dice que desde el feminismo hay hoy “una tendencia a cuidar más el espacio que a hacer actividades, e invertimos mucho tiempo en ver cómo nos sentimos, más que en hacer cosas.” Considera que la “mujer campesina tiene una urgencia práctica y que nosotras entendemos el cuidado desde otro lugar”, por lo que sostiene que el feminismo campesino tiene sus propias formas y tiempos.
Amets relata las múltiples dificultades que conlleva ser mujer y joven en un sector históricamente envejecido y masculinizado. Explica que, a menudo, el trabajo de las mujeres es valorado desde un enfoque paternalista, lo que impide una crítica constructiva y un aprendizaje real: “tú sigues adelante con las meteduras de pata y nadie se atreve a decirte ‘¡así no!’”. A pesar de estas barreras, destaca el compromiso de su sindicato con el feminismo, que ha pasado de ser “el punto final de la agenda” a estar integrado en todos los debates. Frente a estrategias más directas como la del Sindicato Galego, en EHNE optaron por una incorporación progresiva del feminismo: “fuimos metiendo poco a poco los temas”, buscando no generar malestar, pero manteniendo la firmeza del objetivo transformador.
Desde una perspectiva interseccional, Amets denuncia la triple precariedad que enfrentan las mujeres campesinas: económica, política y de género. “Somos mujeres y por ello sufrimos todas las discriminaciones que sufrimos las mujeres en general: invisibilidad, juicio permanente…”. Añade que muchas no fueron reconocidas como campesinas ni por ellas mismas debido al patriarcado, y recuerda cómo su sindicato impulsó en los años 90 medidas para asegurar cotizaciones sociales para las mujeres. Sin embargo, aún hoy las políticas públicas, como la PAC, perpetúan las desigualdades al subvencionar a los propietarios de tierras y animales —mayoritariamente hombres o grandes empresas— en lugar de apoyar a quienes realmente trabajan la tierra. “La PAC es la única ayuda pública en toda Europa que no está ligada a una renta”, denuncia.
Amets critica también la falta de desarrollo del Estatuto Vasco de las Mujeres Agricultoras, señalando que se convirtió en un fin en sí mismo: “cuando ya tuvimos el Estatuto, ya está, todo el mundo respiró”. Aunque ha promovido medidas como la paridad en las ejecutivas, advierte que sin un trabajo profundo en las relaciones de poder, estos cambios son insuficientes. Relata el caso de UAGA, cuya ejecutiva se rompió por no integrar realmente a las mujeres que habían sido incorporadas. Finalmente, insiste en que lo que buscan no es un cambio superficial, sino una transformación estructural: “lo que queremos es un nuevo escenario que ya no tenga marcha atrás”.