Maritxu Telleria, horticultora jubilada, referente histórica del sindicado EHNE-BizkaiaBizkaia

Maritxu Telleria, horticultora jubilada y figura histórica del sindicato EHNE-Bizkaia, fue una pionera en muchos sentidos. Su vida cambió cuando, tras casarse con 21 años, dejó su empleo en un taller en Oñati para instalarse en el caserío de su marido. Sin experiencia previa en el mundo rural, fue su cuñada quien le enseñó los primeros pasos en la huerta. Poco a poco, Maritxu fue descubriendo la alegría de cultivar y vender productos frescos, tanto en el mercado de Durango como en el de Arrasate, además de abrirse camino en grandes superficies como Eroski.

Con determinación, fue ampliando su actividad agrícola hasta contar con varios invernaderos y consolidar una forma de vida en el caserío. Durante al menos dos décadas, ella y su marido vivieron del campo, en una época en la que los mercados locales eran el principal punto de venta de productos frescos. Para Maritxu, fue una etapa intensa y gratificante que recuerda con cariño.

Su implicación social comenzó a través de las asambleas del sindicato EHNE. Animada por mujeres de su entorno, empezó a participar y no tardó en ser invitada a formar parte de la dirección, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar un cargo ejecutivo en el sindicato. Fue una etapa exigente: compaginaba el trabajo agrícola con reuniones nocturnas en Bilbao, muchas veces siendo la única mujer en espacios dominados por hombres. Durante un tiempo se sintió invisible, como “un florero”, hasta que alzó la voz para exigir que se escuchara también a quienes se dedicaban a otros ámbitos agrícolas más allá de la ganadería.

Para ella, el sindicato fue su universidad. Le ofreció una formación vital y política que no pudo recibir de joven. Participó en luchas importantes, como las cuotas de producción, el precio de la leche y los derechos de las mujeres en el caserío. Denuncia que históricamente las mujeres han sostenido el trabajo agrícola desde la sombra, sin reconocimiento ni derechos. Muchas no podían participar e implicarse más activamente porque además de trabajar la tierra, cargaban con la casa, los hijos y el cuidado de mayores. Maritxu pudo hacerlo gracias al apoyo de su suegra y una tía que le permitieron ausentarse para participar en la lucha sindical.

Destaca el papel central de las mujeres en la agricultura, aunque su trabajo haya sido invisibilizado. Recuerda las dificultades para que las explotaciones estuvieran a su nombre o para cotizar a la Seguridad Social, así como los obstáculos sociales y administrativos que aún persisten.

A pesar de los avances, considera que la situación actual sigue siendo difícil tanto para mujeres como para hombres del campo. La burocracia, la presión del mercado y la falta de apoyo a pequeñas explotaciones hacen que vivir del caserío sea complicado. Sin embargo, si pudiera volver atrás, no dudaría en elegir el mismo camino: vivir y trabajar en el caserío, entre huertas e invernaderos, rodeada de tierra, raíces y lucha.

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