
Fátima Costa, nacida en el pueblo de Póvoa do Concelho, en el municipio de Trancoso, distrito de Guarda, tiene una vida marcada por su conexión con la tierra. Empezó a cultivar con sus padres a una edad temprana, patatas, castañas y centeno, en una época en la que “cosechábamos mucho centeno”. Enviudó a los 38 años, con tres hijos en edad escolar, y tuvo que enfrentarse a grandes dificultades. Durante unos años trabajó en la fábrica de zapatos Rhodes, que más tarde cerró. También cuidó de su madre enferma durante más de una década, sin ningún apoyo ni ayuda. “Tuvo que buscarse la vida”, afirma. Hoy, con 61 años, sigue dedicándose a la agricultura.
En las tierras que pertenecieron a su padre, Fátima siempre ha cultivado un pequeño huerto, esencialmente para consumo propio, con un poco de olivos y maíz. Fátima dice que la agricultura a pequeña escala no es viable para generar unos ingresos significativos: “No hay mucho que vender, porque la agricultura no es suficiente. No es suficiente para una persona en miniatura”. La excepción son las castañas, un producto de alta calidad muy demandado. Sin embargo, incluso aquí se enfrenta a dificultades: vende a intermediarios y lamenta que “el pobre que trabaja la tierra es el que menos recibe. Podrían pagarnos un poco más, pero no lo hacen”.
A pesar de las dificultades, sigue apreciando la agricultura: “La agricultura es algo que me gusta. Es bueno comer alimentos más naturales, producirlos nosotros mismos”. Evita en lo posible el uso de productos químicos, aunque reconoce que en la agricultura a gran escala son casi imprescindibles por la falta de mano de obra.
Fátima aprendió lo que sabe de su madre y recuerda técnicas agrícolas de antaño, como elegir terrenos alrededor de los barrocos (grandes piedras en el paisaje) para plantar centeno, donde se retenía el agua de lluvia, mejorando la producción. “Es alrededor del barroco donde se obtienen las espigas más grandes”. Sin embargo, dejó de cultivar centeno porque los precios no merecían la pena.
Ahora complementa sus ingresos con «jornales» estacionales en actividades como la preparación de viñedos y la recogida de manzanas. Lamenta la diferencia salarial entre hombres y mujeres: “Ellos hacen el mismo trabajo y ganan más que nosotras”. A pesar de las protestas de las trabajadoras, esta diferencia persiste, y son pocas las explotaciones en las que se paga lo mismo por el mismo trabajo. Mientras que las mujeres cobran entre 30 y 35 euros por 8 horas de trabajo, los hombres cobran entre 40 y 45 euros. “Y si a nosotras nos suben el sueldo, ellos claman por ganar más y lo consiguen”.
Fátima encontró en la Cooperativa Integral A Geradora, creada en 2022, un espacio para compartir experiencias y dinamizar actividades comunitarias. Tras una reunión sobre el papel de la mujer rural en la agricultura, comenzó a seguir de cerca la idea de formar una cooperativa para vender los productos de sus huertos, aunque el proyecto aún está en proceso de concreción.
Entre las iniciativas de la Cooperativa Integral A Geradora en las que participa activamente se encuentran el senderismo, la organización de comidas para la aldea y la participación en obras de teatro e implicarse en el festival anual Broca Viva, que anima el despoblado pueblo de Broca. Para Fátima, en contextos en los que “hay poca gente, algunos mueren, los nuevos emigran”, es fundamental implicarse en iniciativas como ésta para fomentar la socialización y reforzar los lazos comunitarios.
Fátima también ha hecho realidad un sueño que consideraba inalcanzable: unirse a un grupo folclórico. Siempre le gustó bailar y disfrutaba viendo estos grupos, pero nunca tuvo la oportunidad debido al trabajo en el campo, en la fábrica y cuidando de su familia. Ahora, dice orgullosa: “Fue un sueño que cumplí, que pensé que nunca lograría, pero ahora lo hice”.
En cuanto a su territorio, Fátima cree que hace falta más atención en los pueblos despoblados, empezando por la limpieza y el mantenimiento de los pueblos. En un plano más amplio, aboga por políticas que valoren el trabajo agrícola, eliminen las disparidades salariales y promuevan la comercialización justa de la producción, para que los pequeños agricultores puedan vivir dignamente de su trabajo.