
Raquel García Rodríguez, agricultora en la cooperativa Labrecos – Dordaño, Oza-Cesuras, A Coruña
Raquel forma parte de Labrecos, una cooperativa de trabajo situada en el municipio de Oza-Cesuras, en la provincia de A Coruña, que combina la agricultura (huerta con y sin invernadero) y la ganadería ecológicas con un enfoque regenerativo y circular. Se trata de una cooperativa familiar en que trabaja con su pareja y su cuñado y cuenta con el apoyo de su suegra. Comparten una visión común: regenerar la tierra y producir alimentos de calidad sin depender de medios de producción externos.
Empezaron solo con huerta, pero introdujeron animales no sólo para complementar la venta de productos cárnicos, sino también por su contribución a la fertilización orgánica del suelo de la huerta y al pastoreo regenerativo de sus fincas. Este planteamiento pone en el centro cuidar la tierra y pretende demostrar que es posible obtener altos rendimientos sin recurrir a prácticas convencionales, afirma. “Los repollos pueden alcanzar el mismo peso y las zanahorias el mismo rendimiento que en la agricultura convencional, siempre que se cuide bien la tierra”.
Raquel afirma que muchas de las prácticas agrícolas actuales han abandonado el cuidado del suelo en favor de la productividad inmediata, pero está convencida de que el modelo regenerativo es igual de eficiente y más sostenible. “El mito de que la agricultura ecológica es cara o menos productiva es infundado”, afirma, y critica la dependencia de inputs externos, como los productos químicos y fertilizantes de la agricultura convencional. Para ella, optar por métodos regenerativos no es sólo una cuestión de producción, sino también de respeto a la naturaleza y a la estacionalidad del consumo.
A pesar de su enfoque innovador y circular, Raquel reconoce que el camino no ha sido fácil debido a las trabas burocráticas, que solo parecen contemplar modelos especializados. “Cuando tienes un huerto, vacas y ovejas, parece que se vuelven locos con el papeleo”, afirma. Esta falta de flexibilidad para apoyar modelos integrados dificulta el trabajo de pequeñas explotaciones como Labrecos, que buscan una forma sostenible de producir cuidando el medio. Además de la falta de ayudas, Raquel denuncia amenazas externas provocadas por los macropolígonos eólicos y celulóscios, que ponen en riesgo el medio rural y proyectos productivos como el suyo que respeta el medio natural. “La defensa del campo es nuestra mayor lucha en estos momentos”, afirma.
“Ver cómo crecen las plantas, lo bien que salen las cosechas y llevar a los clientes productos que les sorprenden es una gratificación que no nos da ningún otro tipo de trabajo”, explica. Este proyecto no es sólo un trabajo para Raquel, sino una forma de vida que ha transformado su día a día en busca de una mayor calidad y en el que ha involucrado a sus hijos (alimentación, conocimiento de la diversidad biológica, valores, etc.). También busca la concienciación de sus clientes con el consumo local, de calidad y determinado por la temporalidad de los productos.
Raquel entró en la cooperativa poco a poco. Antes trabajaba como recepcionista en un taller de coches y eran su pareja y su cuñado quienes producían ya en ecológico. Cuenta que “en 2012, cuando tuve a mi primer hijo, pedí el permiso de lactancia, pero la empresa me dijo que no era posible coger los quince días. Cuando estás dando pecho a demanda una hora libre al día no vale para nada. Al final continué en ese trabajo, pero después de tener a mi segunda hija decidí que no quería esa vida. No quería una vida en la que no los veía y los tenían que cuidar otras personas porque salía de casa a las 8.30 de la mañana, volvía al mediodía a comer, con los niños durmiendo la siesta, y volvía a las 20.00 de la noche o más tarde si había reuniones”.
Mirando atrás, Raquel dice que ella nunca imaginó que la agricultura sería su camino. “Siempre hubo vacas en mi casa, pero mi contacto con la agricultura fue mínimo, siempre intenté mantenerme alejada. En muchos sitios se piensa que, si estudias y puedes buscar trabajo fuera, eres alguien. Si te quedas en el campo, parece que no eras nadie, que no tienes categoría. Te decían «marcha, chica marcha que el rural no tiene futuro». Pero creo que el campo tiene un gran futuro y es un proyecto de vida que me gustaría que mis hijos valoraran y, si quieren, siguieran.”