El viaje de Natalia hacia la apicultura comenzó en 2013, cuando restauró el molino de su familia y descubrió abejas silvestres anidando en sus paredes. Con solo dos colmenas y sin experiencia, se introdujo en un sector dominado por los hombres. En 2023, profesionalizó su trabajo, haciendo hincapié en el papel esencial de las abejas en la salud medioambiental y la seguridad alimentaria, especialmente a medida que el cambio climático altera los ciclos naturales. Destaca los prejuicios de género y la falta de colaboración en la comunidad apícola, pero encuentra esperanza en las iniciativas rurales dirigidas por mujeres que dan prioridad a la cooperación.